Otro año más, vuelvo a traer otro de mis poemas, este año ganador del 1er y único premio del Concurso Literario. Sin más aquí se los dejo, gracias de antemano.
Frías
letras reavivadas
Ya
descansan las letras de mis poemas,
duermen
bajo una gruesa capa de nieve.
La
amarga nevada de invierno,
tan
blanca como cruel,
congela
la tinta con la que te escribía.
Esa
tinta que tantos versos te dedicó
ya
no se desliza por mi desaliñada pluma,
demacrada
por culpa del frío viento.
Ahora
veo en el suelo yacer,
en
contraste con el puro hielo,
escarcha
negra rota en pedazos.
En
la noche y poco a poco,
siento
el frío pasar a mis manos,
entrar
por mis apretadas venas
y
recorrerlas lentamente,
dejando
tras de sí un inmenso dolor
hasta
llegar a lo más profundo de mi corazón.
Al
momento, él bombea frío y,
en
prórroga, pasa a una permanente diastole.
El
frío comienza a recorrer todo mi cuerpo,
se
siente entumecido, a la par de angustiado,
y
nunca se había sentido de esta manera.
Es
tal mi sorpresa que no sé como actuar.
Simplemente
me dejo caer al suelo,
congelado;
me esparzo sobre la nieve.
Y
sin poder echar lágrima alguna, me pregunto;
¿Qué
otra cosa merezco?
Comienzo
a aceptar que nada se arreglará,
pero
el alba, tan hermoso y a la vez tan corto,
interrumpe
mis amargos pensamientos.
Al
fin veo aparecer los primeros rayos de sol,
chocan
con los cristales que ha formado el hielo
y
entre hermosas danzas de vergonzosa luminiscencia
comienza
a derretir el hielo invernal.
Las
álgidas estalactitas se transforman,
convirtiéndose,
poco a poco, en refrescante agua.
Agua
que cae a la tierra donde antaño reinó el verde
acaba
llegando a las olvidadas raíces y las nutre.
De
nuevo, una vez más, las raíces llenas de vitalidad
abren
y avivan la tierra y nuevamente vuelve a tener vigor.
Muy
pronto todo está verde y el sol brilla.
Una
agradable y fresca brisa consigue,
con
delicadeza, acariciar las hojas de los arboles
y
arrastra el frío temporal
dejando
relucir, por fin, las dulces praderas primaverales.
Dicha
brisa no tarda en entrar por mis pulmones,
los
despeja de toda inquietud, recorre todo mi cuerpo
y
este por fin vuelve a responder,
incluso
escucho a los pájaros
entre
las hojas de los arboles jugar.
Ya
acurrucado en la sombra de alguno de ellos.
Ahora
sosegado, comienzo a pensar en el frío invierno.
Mas
no puedo, es tan agradable la vuelta al paraíso
que
aunque lo intentara con todas mis fuerzas
solo
conseguiría, una vez más,
volcar
todos mis sentimientos en sosiego.
Y
es que, todo está tan tranquilo, tan en calma,
tanto
como lo estuvo una vez,
¡por
fin vuelven a cantar los pájaros!
El
sonido de sus cantares danza
por
entre la serena brisa silbante
y
los ociosos movimientos de las hojas
que
en la copa de los árboles bailan
al
dulce compás de esta renovada oda.
¿Y
qué más dulce sonido hay
que
aquel que te hizo feliz una vez
y
vuelve a ti a embriagarte de su anhelado perdón?
Todo
ha vuelto a ser como era.
Y
estas raíces renacen para,
cual
ave fénix, alzarse sobre sus débiles restos
y,
esta vez, aferrarse con decisión
a
la tierra que tanto adoran.
Tierra
de la que salen los brotes
para
impregnarse de la dulce lluvia,
la
cual los nutre con insistencia.
Y
los dichosos, no tardan en crecer
y
transformarse en maravillosas flores
que
llenan el ambiente de un exquisito aroma a fresco.
Curioso
yo, opino que esta vez,
estas
serenas brisas, que sin duda volverán,
estos
ociosos pájaros, que dulcemente vuelan,
estas
reavivadas raíces, que no dudan,
estos
valientes brotes, que no flaquean,
no
se dejaran abochornar por los ardientes rayos del sol
y
no se agobiaran por las altas temperaturas
pues
es de saber que buscaran el refugio
aunque
sea bajo algún árbol casi fatigado
por
culpa de la caída de su verde.
Y
después de todo eso sé
que
pasaran un nuevo invierno a mi resguardo.
¿Y
yo? Al de ellos.
Y
es que ahora sé
lo
importantes que son,
pues
no podemos vivir
el
uno sin el otro.
Precioso, como siempre. Siempre que lo leo me saca una sonrisa... (L)
ResponderEliminarEs nuestra primavera (L)
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